2020 - 2021
Comisariado por Fernando Gandasegui

«MADRID, AGUAS PROFUNDAS»

Ciclo "La memoria escénica y el ahora"
    Info

    No somos sustancias, somos modos, es decir, maneras de ser.
    Gilles Deleuze, En medio de Spinoza.
     

    Yo no cambio tu salmón por mi salmonete.
    Vainica Doble, Déjame vivir con alegría.

    Según Lucy Lippard, los mapas de mares y océanos privilegian las corrientes superficiales, mientras que el efecto de las profundas y lentas derivas de agua no es tenido en cuenta, siendo, por lo menos, igual de influyente[1]. Este programa responde a la invitación de Conde Duque para comisariar un programa de obras en torno a la “memoria escénica y el ahora”. Léase como una cartografía modal de las artes escénicas en Madrid, las que la han afectado o se han dejado afectar por ella. Como decía Godard en sus Histoire(s) du cinéma, que “cada ojo negocie consigo mismo”, cualquier mapa es válido y Madrid, como toda ciudad, una ficción colectiva.

    Este texto está inconcluso, falta una introducción, un mapa modal que por extensión no cabe aquí y que publicaré más adelante. Siento decepcionar a quien esperara un discurso comisarial con el que enhebrar obras. Ya son varias las ocasiones en que intento escribir sobre el pasado de las artes escénicas en Madrid y tengo que encontrar otra manera para hacerlo, metiéndome en una ciénaga como Lucrecia Martel.

    Entre otros, el motivo es que son tantas las artistas, las obras y los contextos que han edificado cierto Madrid que sería terriblemente injusto olvidar a cualquiera de ellas. Alguien con la autoridad suficiente puede hacer Historia[2], yo sólo me siento capaz de hablar sobre modos de entender y practicar la escena que conozco y por los que sigo trabajando.

    La jerarquía entre modos implica moral, nada más lejos de mi intención. La sensación al mirar atrás es de agradecimiento total a las que consiguieron, con todo en contra, hacer por un momento su trabajo y facilitar que otros lo hicieran, inventando un horizonte para Madrid que parecía vedado.

    Mi posición con respecto a la documentación de artes escénicas ha ido cambiando con el tiempo. Si bien creía que ningún documento sirve para transmitir el hecho escénico más que el testimonio de sus testigos u otra estrategia que respetando su naturaleza desaparezca mientras lo transmite, ahora pienso que en realidad portamos también los modos de hacer e intercambiar en nuestros cuerpos, una suerte de archivo revivificable, último campo de batalla en este mundo virtualizado. Sobre el visionado de obras en vídeo, espero que aún con el distanciamiento de las pantallas estos trabajos puedan seguir contagiando.

    Este programa podría estar conformado por cientos de trabajos. Paso a comentar Protegedme de lo que deseo de Rodrigo García, Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera de Elena Córdoba y Ningún lugar de la Orquestina de Pigmeos.

    ***

    Leí el texto de Protegedme de lo que deseo de Rodrigo García publicado por los Pliegos de teatro y danza, editorial de Antonio Fernández Lera clave para entender la escena de Madrid, cuando estudiaba dramaturgia en la RESAD. Leer esta obra fue para mí como para un preso supongo saber qué pasa fuera de la cárcel. Un monólogo y 40 aforismos sobre la vida. Nada más, así que pasé años especulando sobre cómo sería aquel trabajo, como otros de García, siendo uno de tantos que intentamos copiarle sin haber visto sus primeras obras.

    La historia de su documentación, por la que nos llega Protegedme de lo que deseo, contrasta con el régimen de visibilidad actual, el que invita a los artistas a pensar que vender la imagen de su trabajo es igual o más importante que su trabajo, quedándose muchos en la imagen. Según me contaron, de Protegedme de lo que deseo no había quedado nada. Ni Rodrigo ni los actores conservaban copia del texto, y nadie encontraba la grabación de la obra. Pero un día Patricia Lamas, una de las actrices de la obra le regaló a Antón Ferreiro, técnico de muchos teatros, una caja. En esa caja había un VHS con la grabación de Protegedme de lo que deseo, la misma grabación que forma parte de este programa. A partir de ella, Antonio e Isabel transcribieron el texto que acabaría publicándose en el pliego y después en La uÑa RoTa.

    Hace años pedimos a Antonio Fernández Lera el DVD del VHS de Protegedme de lo que deseo para un proyecto[3], compramos palomitas y la proyectamos en casa.

    Lo que me ocurrió al ver la obra se resume en el cartel de una de las primeras obras de García, Los tres cerditos, que estuvo durante años en el baño de Teatro Pradillo, el cartel de la temporada de invierno de 1994 (“la otra manera de ver teatro y danza”). Cita Rodrigo García a Bruce Nauman:

    “Pienso mucho en Lenny Tristano, ¿sabes quién era?

    Era un pianista ciego, de la primera generación del bebop.

    Cuando tocaba bien, te golpeaba con fuerza durante unos minutos, veinte minutos o los que fueran.

    Después sencillamente abandonaba.

    Recibías total intensidad durante ese rato.

    Desde el principio traté de ver si podía crear arte de esa manera.

    Arte que naciera de repente, como si te dieran en la cabeza con un bate de béisbol.

    O mejor, como si te golpearan en la nuca.

    No lo ves venir, te tumba y se acabó.

    Me gusta mucho esa idea: una intensidad que no te da pistas sobre si la obra te va a gustar o no”.

    Yo últimamente pienso mucho en Rodrigo García. Más cuando voy a ver obras que se anuncian como marcas de nuevas tendencias, al asistir a trabajos de artistas donde nada duele ni huele. Pienso mucho en la libertad de obras como Protegedme de lo que deseo en contraposición a la libertad para vender el trabajo, y que la salud de la escena depende de que alguien la rompa de vez en cuando, que mueva o tire abajo el teatro como intentaban hacer Juan Loriente, Juan Navarro y Rubén Ametllé en La historia de Ronald, el payaso de McDonalds.

    Protegedme de lo que deseo y el trabajo de Rodrigo García abren importantes debates en relación a la creación actual. Podríamos hablar sobre el precario uso de la palabra y del habla en escena hoy, de lo importante que fueron las salas alternativas como la Cuarta Pared antes de convertirse en chiringuitos, de los grandes exiliados, de los límites del espectador y lo políticamente correcto o de lo que insuflan a las obras actores como Chete Lera, Miguel Ángel Altet o Patricia Lamas, actriz a quien muchos sólo hemos tenido la suerte de ver en vídeo.

    Pero quizás sea más útil saber que en un pequeño pueblo de Portugal llamado Montemor-o-Velho se celebra Citemor, festival que ha hecho más por los artistas de Madrid que muchas de sus instituciones. Allí todavía cuelgan las argollas en la pared del solar con las que se intentó tirar abajo el teatro en el estreno de Ronald. Puede que cada teatro tenga sus argollas, solo hay que encontrar la cuerda y empujar. 

    No hallo mejor definición de lo que puede ser el teatro que en la respuesta de García en una entrevista en la que le preguntaron si se había fijado en la calidad de las obras para la programación de un festival que dirigió: “Calidad… no, la calidad está bien para una moto o una lavadora, para que duren mucho y para que funcionen bien durante años. Yo busqué creadores que corren riesgos y si la obra es frágil, mejor[4]”. Nada más que añadir, sintiéndome como Antonio Gasset en Días de cine, espero que esta obra les golpee en la nuca.

    'Protegedme de lo que deseo' se estrenó el 17 de abril de 1997 en la Cuarta Pared de Madrid, con dirección, dramaturgia y escenografía de Rodrigo García, iluminación de Carlos Marquerie y actuación en escena de Chete Lera, Miguel Ángel Altet, Patricia Lamas, Víctor Contreras y Fernandito.

    ***

    El título Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera define la determinación y hondura del trabajo de la bailarina, coreógrafa e investigadora Elena Córdoba. Cada año, cuando resuelven el premio nacional de danza, me sorprende que no sea elegida.

    La carrera de Córdoba recorre la escena de los últimos treinta años en Madrid y se sostiene por una obstinada continuidad y grandes hitos en forma de obras, publicaciones, colaboraciones o la gestación de diversos contextos de intercambio[5]. El trabajo de Elena también se irriga en muchos otros cuerpos de intérpretes con los que ha trabajado y trabaja o a los que imparte clases. Como suele pasar en las creadoras de su generación, esos cuerpos son hasta ahora los archivos de su trabajo a la espera de un archivo digital en marcha que prepara Elena.

    Soy una obstinada célula forma parte del gran proyecto vital de Elena Córdoba: Anatomía poética, siendo además la transición entre ésta y el nuevo recorrido que ha empezado, ahora centrado en coreografías microscópicas y vegetales. Anatomía poética es una investigación minuciosa de más de diez años hacia el interior del cuerpo, una anatomía “in vivo”, un estudio sin parangón sobre la imbricación entre lo que se mueve y el movimiento, una búsqueda incansable por “comprender una por una las funciones del cuerpo, ya que en ellas está escondido el misterio secreto de la existencia”, y de paso bailar el misterio.

    Frente a la homogeneidad de la mal llamada danza contemporánea, no creo que haya nadie más en el gran campo de la coreografía con un trabajo como el de Elena Córdoba, acompañada para este ciclo anatómico por el catedrático de cirugía Cristóbal Pera. Anatomía poética ha ido tomando forma en estudios, textos, conversaciones o talleres fruto de la constancia y el calado a donde ha llevado sus obsesiones, pero también en obras exquisitas como La célula.

    El texto de la obra está publicado en un Pliego de teatro y danza como otros muchos de sus trabajos, de hecho, Elena inaugura la colección. En La célula Córdoba se centra en el latido, “movimiento de los movimientos”[6] para comprender “qué es el movimiento y qué significa la detención”[7]. La obra recoge los “pensamientos de una bailarina que comprendió el movimiento cuando miró un cadáver”[8], bailarina que para acercarse a la materia muerta, quieta, solo puede hacerlo latiendo, bailando. Al mirar a la muerte de cerca, Elena descubre “un movimiento que empieza cuando se detiene nuestro corazón. Ese movimiento es vertiginoso. Es un movimiento que no solo mueve las formas del cuerpo, sino que cambia su esencia, es un movimiento que huele, es un movimiento de una velocidad sin sonido, sin ritmo, de una velocidad suspendida. Es el movimiento que produce la descomposición del cuerpo”[9].

    Y entonces aparece la poesía en la anatomía: “Es tan fuerte nuestra construcción que tendrán que unirse cientos de especies para separar todo lo que somos. Tanto es el prodigio de mi cuerpo que van a hacer falta todos los microorganismos conocidos para hacer explotar mis azúcares, para hacer jabón con mis grasas, para deshacer mis ojos en líquidos dulces, para que mis cuencas floridas germinen. Mi cuerpo es la naturaleza entera, el sonido de mi cuerpo es toda la música”.

    A lo largo de La célula Elena repite al poeta Valente: “Ceniza tú. Yo sangre” entre bailes sobre su propia tumba. Uno de ellos está grabado y se puede ver en abierto en internet, creo que cientas de reproducciones son mías. Los cuatro bailes sobre su tumba se llaman Temor y temblor, Harlem Shake para una letanía de difuntos, Insultación (insultare significa descender hacia la tierra) y No voy a yacer “ni de coña”, como añade improvisadamente sobre tablas.

    Ella sangre, Elena no yacerá porque “todo lo que se mueve está vivo”. Sus cualidades en el movimiento son indiscutibles, pero lo que hace aquí con la palabra es igual de emocionante. No sólo por el texto que vertebra la obra, pocas hablas en escena conmueven tanto como la suya, ya de por sí trémula, más aún al quebrarse al final de esta grabación al decir un texto que creo merece compartirse:

    “Aunque me empeñe en conservar cosas quietas para que duren, aunque siga diciéndole al tiempo, como una bailarina mediocre: ‘¡Detente, eres tan hermoso!’, soy solo el movimiento de mi sangre, y cuando me vaya parando me volveré viscosa hasta convertirme en un coágulo, con todos mis pensamientos dentro. Cuando se acabe mi baile se acabará la fiesta. 

    No quiero ser lúcida, quiero ser obstinada e inconsciente como una célula del corazón y juntar en mi movimiento intermitente la victoria de mis latidos y la parada de mis latidos, y así no tendré que imaginar ninguna de las dos, ni mi muerte, ni mi victoria. Y seguiré bailando.

    Cuando bailo entiendo que nada se repite, y a veces incluso entiendo que el precio a pagar por lo que estoy bailando sea mi cadáver feo y frío.

    eres-no eres

    eres-no eres

    eres-no eres

    Soy un río y voy a ser un charco.

    Mi amigo Jaime me dice:

    ‘Y el azul es este cielo sobre el mar, esa línea invisible que anuncia la posición última: cuando el cielo se apodere de nuestros cuerpos seremos horizonte’”.

    Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera se produce en Teatro Pradillo, espacio donde se daba el trasvase de modos entre el contexto y las obras, los modos que alientan producciones que responden doblando la apuesta. Un espacio alrededor del cual se podría escribir una historia de la escena en Madrid, por todo lo que pasó en los noventa y porque de su segunda época (2012-2017) es de donde quizás brotara una parte de la “primavera madrileña”[10], bien y mal llamada por los suplementos de moda como la “removida” que se vivió en Madrid hasta los cambios institucionales del año pasado. 

    Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera igualmente serviría como título para explicar la determinación del pulso en muchas artistas madrileñas. La documentación de esta obra ha sido posible porque se encuentra en el Vimeo privado de Teatro Pradillo, como tantas otras, la gran mayoría grabadas por Marta Blanco, Vimeo cuidado los últimos años por Paulina Chamorro, así que agradecemos a ambas su trabajo aquí. Los archivos también tienen su propia historia.

    'Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera' se estrenó el 19 de octubre de 2014 en Teatro Pradillo con iluminación de Carlos Marquerie, sonido de Javier Marquerie y el acompañamiento de Cristóbal Pera, Oscar Dasí y Jaime Conde-Salazar. 

    ***

    La Orquestina de Pigmeos se entiende como “un colectivo experimental dedicado a la intervención site specific”. Ya sea en un río, un museo, una fábrica, una montaña o un teatro, y trabajando con la gente del lugar, los proyectos que empiezan encabezando Nilo Gallego y Chus Domínguez acaban por hacerse de las orquestinas, públicos y espacios conformados para cada ocasión.

    Nilo y Chus son dos artistas cuyas disciplinas de base no son eminentemente el teatro o la danza, pero que llevan décadas ensanchando la escena. Casi todo lo que toca Nilo Gallego, que es casi todo, entabla un vínculo particular con lo musical, ampliando el término e incluyendo otros, lo mismo que Chus Domínguez con lo cinematográfico. Juntos nos descubren con la Orquestina performatividades insospechadas, lúdicas, comprometidas, lúcidas, contemplativas, normalmente en espacios no (convencionalmente) escénicos.

    Género chico, estrenada en 2016 en El lugar sin límites dentro del Centro Dramático Nacional, fue la primera incursión de la Orquestina de Pigmeos en un teatro de gran formato. Ningún lugar la segunda y una consagración tan contundente como falta de continuidad. Más allá de las cuatro funciones en la Nave 11 de Naves Matadero, hoy laceradas por el Teatro Español, solo se ha hecho una función más.

    Mientras que en otras partes como Cataluña gestoras y productoras, apoyadas en ocasiones por sus instituciones, han creado un mercado y una distribución a su medida, infiltrándose así el mercado en los lenguajes escénicos; para bien y para mal, las producciones experimentales madrileñas siguen sin encontrar, primavera de por medio, los espacios que merecen. Ningún lugar puede abrir cualquier gran festival dentro y fuera del estado o programarse con éxito más allá de un día o fin de semana como se acostumbra.

    La Orquestina de Pigmeos demostró en El lugar sin límites o Naves Matadero que se pueden ocupar (o desocupar) grandes espacios. Ningún lugar terminó por llenar las más de 500 localidades de la Nave 11, por si alguien alguna vez pensó que todo esto era arte minoritario. El trabajo de Nilo y Chus aquí es el de siempre, sólo cambiaron los medios de producción materiales y simbólicos.     

    Para esta ocasión la Orquestina de Pigmeos creció como nunca, sumándose a la creación de la obra Luminita Moissi, Mirela Ivan, Angélica Simona Enache, Mariana Enache, Julián Mayorga, Claudia Ramos, Raúl Alejos, Ana Cortés, Óscar Villegas y otros colaboradores. Como ya escribí en su estreno:

    En Ningún lugar de la Orquestina de Pigmeos vibra de fondo la historia del cineasta lituano Jonas Mekas. Más al fondo todavía, la necesidad de ser contada. Telón: la masacre después de la masacre, el gran exilio del siglo XX. Distintas guerras y criminales hoy, pero consecuencias que se repiten y artistas como Nilo Gallego y Chus Domínguez con la misma necesidad de contar la vida desde la vida, obligada de nuevo a reconstruirse en el desplazamiento, en Ningún lugar a dónde ir, nombre del diario del exilio de Mekas. Historias que no sólo atraviesan Siria, México o Birmania, vidas que al abrir los ojos están a la vuelta de cualquier esquina, en este caso de Madrid, en el barrio de Tetuán, o también en un teatro en el que la Orquestina de Pigmeos nos invita a no volver la mirada”.

    Tres años después del estreno de Ningún lugar, el problema más importante de nuestro tiempo sigue siendo el exilio forzado y los millones de refugiados que vagan por todo el mundo, lo cual no ha hecho otra cosa que empeorar. También dentro de Europa, que se ha convertido en palabras de Carlos Fernández Liria en “una especie de Auschwitz al revés”[11] donde “el sistema económico internacional hace de cámara de gas exterior”[12]. Más aún en España, cargada de odio hacia “los otros” y donde en 2017 todavía 3.656.979 personas no habían votado a un partido declaradamente fascista y racista. Por todo ello, Ningún lugar de la Orquestina de Pigmeos se convierte en una obra cada día más necesaria porque nos permite conjugar el verbo “politizar”, como sugiere López Petit, en vez de hablar tanto de la política o lo político

    A partir de la densidad y simultaneidad, Ningún lugar se sostiene en el equilibrio inestable de una obra que resiste la paradoja de resistirse a las convenciones de una obra, jugando a mostrarse frágil, supuestamente hecha con lo que está pasando, pero que en realidad ha medido al detalle la máquina teatral, y con valentía asume el riesgo de calentar y calentar y calentar la escena por si acaso arde. Y ardió. Y ojalá vuelva a arder.

    Esta obra fue posible gracias al trabajo en escena de Luminita, Mirela, Angélica, Mariana y Enache, rumanas del barrio madrileño de Tetuán que consiguen meter un mundo entero dentro del teatro, haciendo de Ningún lugar un gran sinécdoque. Entre otras muchas cosas, por el uso del lenguaje, en palabras de María Salgado, el mayor revulsivo con el Seminario Euraca al habla performativa de los últimos años en Madrid, “de lo mejor que he visto en mi vida en términos de Forma verbal en escena”. Esta obra también fue posible gracias a Julián Mayorga, músico colombiano, es quien maneja las intensidades, artista al que nos rendimos por sus interpretaciones de temas que junto con los escritos de Jonas Mekas son el eje de Ningún Lugar. Confieso que a veces cuando el día se ennegrece me pongo la versión de Julián de Viejo Tolima en uno de los trabajos escénicos imprescindibles de los últimos tiempos.

    Y no lo digo yo, lo dice Jonas Mekas, quien a sus 94 años en 2017 viajó por Europa, estuvo en la Documenta de Kassel, asistió a grandes eventos, pero al ver un ensayo de Ningún lugar se grabó en su diario emocionado para contar que era lo mejor que había visto en ese viaje, y explicar así el arte que le interesaba: “pequeño, personal, no pretencioso, que toca tierra, conectado con la vida”.

    Se suponía que a este programa debía acompañarlo un texto breve. Si como leí una vez “cuando alguien lo dice y lo piensa mucho mejor que tú, lo que hay que hacer es echarse a un lado”[13], ya me callo. Jonas Mekas resume todo lo escrito aquí:

    “Quiero tomar la palabra en favor de lo pequeño, de los actos invisibles del espíritu humano, tan sutiles, tan pequeños que mueren en cuanto se les coloca bajo la luz solar (...). En estos tiempos en los que todo el mundo ansía tener éxito y vender, yo quiero brindar por aquellos que sacrifican el éxito social por la búsqueda de lo invisible, de lo personal, cosas que no reportan dinero, ni pan, y que tampoco te hacen entrar en la Historia Contemporánea, en la Historia del Arte o en cualquier otra Historia. Yo apuesto por el arte que hacemos los unos por los otros por amistad, por sí mismo”[14].

    'Ningún lugar' de la Orquestina de Pigmeos se estrenó el 21 de septiembre de 2017 con la creación colaborativa e interpretación de Luminita Moissi, Mirela Ivan, Angélica Simona Enache, Mariana Enache, Julian Mayorga y Claudia Ramos, la música y el espacio sonoro de Julián Mayorga, el diseño de luces de Óscar Villegas y la colaboración especial del Grupo de Teatro Equivalientes (Tetuán), Raquel Sanchez, Raúl Alaejos y Ana Cortés.

     

    COMISARIO DEL CICLO
    Fernando Gandasegui

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    [1] Lucy R. Lippard, Yo veo / tú significas, Consonni, Bilbao, 2016.

    [2] A quien le interese, puede consultar esta interesante publicación: José Antonio Sánche (dir.), Artes de la escena y de la acción en España 1978-2002. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2006.

    [3] Con mi amigo Javier Cruz hicimos Los detectives salvajes, un proyecto o estado vital que consistió en buscar a una compañía de teatro madrileña desaparecida durante años. Seguir su rastro nos permitió encontrar una serie de escenas de Madrid. Tenemos cientos de horas grabadas que nunca editamos, lo que nos pasó lo cuento en el texto Alegrías del incendio (páginas 70-86).

    [4] Entrevista a Rodrigo García publicada el 13 de junio de 2014 en El Cultural.

    [5] Es imposible nombrar todos ellos en una nota al pie, pero si alguien no conoce y quiere indagar, puede empezar por la UVI-La Inesperada, grupo de investigación conformado por Mónica Valenciano, Ana Buitrago, Olga Mesa, La Ribot, Blanca Calvo y Elena Córdoba, casi nada, o por los encuentros Bailar, ¿es eso lo que queréis?

    [6] Elena Córdoba, Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera, Pliegos de teatro y danza, Madrid, 2014.

    [7] Ibíd.

    [8] Ibíd.

    [9] Ibíd.

    [10] Denominación acuñada por Óscar Cornago en su artículo La fiesta interrumpida, publicado el 7 de noviembre de 2018 en Teatron.

    [11] El chiste y la realidad, publicado por Carlos Fernández Liria el 17 de junio de 2015 en Cuarto Poder.

    [12] Ibíd.

    [13] Cartas a un joven imbécil de Pablo Caruana publicadas en Perro Paco.

    [14] Manifiesto contra el centenario del cine de Jonas Mekas.

     

     

     

    Fecha
    8, 9 y 15 de noviembre de 2020
    Horario
    • PROYECCIÓN 1
      Domingo 8 de noviembre, a las 19h: Protegedme de lo que deseo, de Rodrigo García
       
    • PROYECCIÓN 2
      Lunes 9 de noviembre, 19h: Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera, de Elena Córdoba
       
    • PROYECCIÓN 3
      Domingo 15 de noviembre, 19h: Ningún lugar, de Orquestina de Pigmeos
       
    Tipo de público
    General
    Precio
    Conexión gratuita a través de YouTube
    Disciplina
    Artes escénicas